La conjunción de
Historia y Naturaleza hacen del Talar de Pacheco
"El lugar para vivir"
Historia de las tierras...
“La madre de Dolores Reynoso
(esposa del Gral. Pacheco) Aguada Mas de Sexar y Barreira, falleció años antes
del casamiento de Dolores con Ángel Pacheco, y para esa época su padre Domingo
Reynoso, ya estaba casado en segundas nupcias con María Ignacia Riglos, la
familia Riglos tenía tierras en Tigre, que se conocían como " El Rincón
del Riglos".
El Futuro General Pacheco, tuvo
un trato muy familiar con su consuegra, y posiblemente por ella conoció a fondo
las tierras del Tigre. Ángel Pacheco hombre de campo, conocedor de la crianza
de caballos y vacas, y a su vez experimentado agricultor, apreció estas tierras,
y en 1827 compró miles de hectáreas a varios terratenientes, entre estos a
miembros de la familia López Camelo, quienes a su vez las habían comprado a los
descendientes de los primeros propietarios, beneficiarios por Juan de Garay al
fundador de la Ciudad de Buenos Aires a mediados del siglo XVI.
En 1855, algunos herederos de
López Camelo, promovieron un juicio contra el general Pacheco, argumentando que
quienes los había representado como apoderado en la compraventa no tenía poder
suficiente. Éste juicio duró hasta 1912, tiempo en que ésta tierra había sido
heredada por José Agustín Pacheco Anchorena (nieto del Gral. Pacheco), se
arriba a un acuerdo, quedando una fracción de éstas (hoy estación López
Camelo), en poder de ésta antigua familia.
Al morir en 1869 el Gral. Pacheco
deja un testamento, por el cual lega el "casco de El Talar" y parte
de sus tierras a su hijo José Felipe Pacheco Reynoso, también heredan parte de
la estancia otros de sus hijos : Román Pacheco Reynoso recibe lo que hoy es el centro
de la Ciudad de Pacheco, su hija María Elvira Pacheco Reynoso casada con
Torcuato de Alvear, recibe la parte que hoy conforma Don Torcuato.
Al morir José Felipe, el
"casco" pasa sucesivamente por herencia a : José Agustín Pacheco
Anchorena, luego a José Carlos Pacheco Alvear y finalmente a José Aquiles
Pacheco Pirovano, que cuando se suicida en 1981 deja como herederos
testamentarios a su segunda esposa (casada por Méjico) Patricia Berkier y a sus
supuestos amigos José Eugenio Peralta Martínez y José Juan Manny Lalor, su
primer esposa Marta Micheo renunció a la herencia a pesar de que legalmente era
la única heredera.
Finalmente los beneficiados por
el testamento, vendieron a una sociedad integrada por la familia Ganzábal,
quienes tuvieron la visión de ver en éste famoso casco de la estancia " El
talar" un excelente Country Club, que hoy muchas familias tienen la suerte
de disfrutar”
El hijo del General José Felipe
Pacheco Reynoso se casó con Agustina de Anchorena (hija de Tomás de Anchorena)
también perteneciente a una gran familia federal. En 1882 cuando el país ya
había tomado su forma, José Felipe y Agustina lo celebraron construyendo un
castillo totalmente traído de Francia y una iglesia gótica, que se bendijo en
1886 bajo la advocación de la Concepción de María; posteriormente se agregaron
cocheras y en 1908 construyen las lujosas caballerizas y otros edificios que
conformaron un casco de estancia modelo y famoso.
Este casco de "El
Talar" fue muy frecuentado por la aristocracia y dio trabajo a muchas
familias cuyos descendientes hoy viven en su mayoría en ésta ciudad de General
Pacheco. José Felipe solo gozó de su castillo renacentista francés durante 12
años pues falleció en 1894.
Su hijo José Agustín Pacheco
Anchorena, nieto del General, que en su juventud también siguió la carrera
militar, se casó en 1912 con María Elvira Alvear, su sobrina segunda, hija de
Carlos T. de Alvear, hermano de Marcelo e hijo de Torcuato.
José Agustín fue el gran artífice
de la estancia "El Talar" hizo construir un canal de 20 cuadras, que
le permitió salir navegando de su embarcadero frente al castillo y llegar por
el río de las Conchas (hoy Reconquista) hasta San Fernando, o remontando el río
Luján hasta el "Tigre Hotel", centro de esparcimiento y casino de la
época; además de ese canal hizo construir una esclusa para regular las aguas y
distribuir el riego y colocó en él una usina que alimentó de electricidad al
castillo y trajo de Francia un Puente "de fierro", luego llamado
"El Taurita", dado que el viejo puente Pacheco estaba en pésimas
condiciones, en el que también se cobró peaje; los vecinos pagaban 10 centavos
para cruzar el río de las Conchas.
José Agustín fue un avezado
artista; para desarrollar su arte hizo construir un atelier (El Castillito),
que estaba comunicado con el castillo por un túnel; allí, acompañado por otros
artistas de la época, se dedicó a la escultura y llegó a presentarse en el
Salón Nacional; hoy todavía podemos admirar alguna de sus obras en nuestros
jardines, como "El niño esquilador", antes llamada "La
esquila". y "El Vasco" (lamentablemente hoy muy dañada) y otras
obras menores presentadas en la sala del museo. Otro de sus amores fue su
colección de carruajes y sus veloces automóviles, que sobre el tramo de San
Fernando a la estancia, ensayaban arriesgadas y polvorientas jornadas la
primera competencia de Turismo de Carretera, entre Retiro y Chile, pasó por la
estancia y la ganó uno de los Alvear. En el garaje contiguo a las caballerizas,
se guardaban en impecable estado, varios coches de las mejores marcas, que eran
admirados por todos los amantes de la moderna mecánica automotriz de la época.
El Castillo" ofrecía el
siguiente aspecto: ascendiendo por el parque francés diseñado por monsieur
Carlos Thays, la mirada se elevaba para abarcar los tres gallardos pisos
renacentistas, rematados por torres en empinadas mansardas, en cuyas estrechas
ventanas parecían que hubiesen de asomarse beldades medievales; la entrada para
los visitantes era a través de un hall decorado como sala de armas, con sus
armaduras y fondos de terciopelo; en la sala de recibo se apreciaban
importantes cuadros de afamados artistas, como Renoir; a continuación otra sala
donde estaban los retratos familiares pintados por el famoso retratista
Federico Madrazo y Kuntz; el comedor era de estilo Enrique II, el brillo de la
platería y la abundante servidumbre daban claridad al conjunto, dignificado por
un gobelino del siglo XVI, que representaba a Alejandro Magno en Grecia; en la
sala morisca (que merece un párrafo aparte) estaba la mesa de billar y el salón
fumoir, donde los señores se apartaban para saborear sus enormes habanos; una
espléndida biblioteca acompañaba al gabinete de trabajo; y para descanso de sus
largas digestiones, los señores en verano podían refrescarse en la sala
pompeyana del subsuelo, refrigerada con agua que caía sobre una gruta en la que
se encontraba una escultura de un indio guaraní realizada por José Agustín,
contigua a la sala de esgrima. En los pisos superiores se encontraban los
dormitorios, cuartos de vestir y salas de familia; quienes se animaban a subir
hasta las mansardas podían observar desde esa altura el grandioso parque con
sus juegos de agua, su puente colgante y la hermosa fuente con sus ninfas.
Frente al castillo (en el actual abra) había una gran pileta de natación con
columnas griegas, cerrada a la visita de los curiosos y donde damas y
caballeros se bañaban por separado; delante de esa pileta estaban los
cambiadores, con un estilo arquitectónico similar al jardín de invierno y
detrás de la pileta una impecable cancha de tenis de polvo de ladrillo que
completaba el conjunto deportivo. En el magnífico jardín de Invierno, hermoso
pabellón, entre victoriano y chinesco (actual pérgola) se gozaban los soleados
días de frío, almorzando, tomando el té o simplemente disfrutando la calidez
del lugar con un buen libro o con una charla entre amigos.
El exquisito parque se completaba
con un gran anfiteatro al aire libre, tallado dentro de la naturaleza con
palcos organizados con plantas, sobre cuyo escenario bailó nada menos que Ana
Pavlova y actuó en pleno la Comedia Francesa (estaba ubicado donde hoy está la
playa de estacionamiento).
En esos años 1920, los pobladores
en su mayoría vascos e italianos gozaban de tal seguridad, que la única
autoridad era el tambero Echeverría, que recorría la zona a caballo, con una
ancha rastra de cinto, rebenque con cabo de plata, chambergo negro, un gran
pañuelo al cuello y su facón, orgulloso de su cargo de "alcalde".
Todo era espléndido: caballos,
carruajes, arneses, altares y juegos, que se lucían en las grandes fiestas que
en las décadas del 20 y del 30, recibieron a ilustres y numerosos invitados,
que llegaban a la estancia en trenes especialmente despachados.
En 1926 comenzaron los loteos
para fundar los urbanos pueblos de Pacheco y El Talar, que con su pujante
presión demográfica porteña pasaron en pocas décadas a formar parte del gran
Buenos Aires.
El hijo de José Agustín y
biznieto del General José Carlos Pacheco Alvear, de profesión abogado, se casa
en 1932 con Petrona Pirovano (Kiki) y en 1933 tienen un hijo al que llamaron
José Aquiles.
José Carlos continúa con la
explotación del establecimiento de EL Talar, pero lo hace dando fracciones de
campo en arrendamiento; el "Casco" se mantiene en orden, pero la
pujanza y el orden merman notablemente; comienza poco a poco la decadencia de
la estancia y los continuos loteos disminuyen su superficie.
Fuente: web Talar de Pacheco
country club Recopilación efectuada por Jorge Manteola)
Julio 2002). http://www.talardepacheco.com
Fotos de mi propiedad.
Ubicación: Cabildo 480 -Gral Pacheco, Tigre
Ubicación: Cabildo 480 -Gral Pacheco, Tigre
Daniela Sáez
@exploradorturis
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